jueves, 30 de noviembre de 2006

De ex alumna de la Facultad

Yo estudié en la Facultad de Filosofía y Humanidades y siento, como cualquier estudiante de esa facultad, una enorme indignación por la cobarde e incomprensible acción de estos estúpidos.

Como tú mismo indicas, ya no podemos caer más bajo como facultad, como organización de alumnos, en fin, todo lo que implica el concepto universidad. Espero que este hecho marque un antes y un después en la organización universitaria a todo nivel.

2 comentarios:

antohe dijo...

Mi nombre es Antonio Toledo Hermosilla y soy alumno del programa de Magister en Historia, y ese día martes tenía clases de Metodología con el profesor Guillermo Bravo y nos tocó presenciar los preámbulos de la protesta. Sin hablar por mis demás compañeros, debo decir que la protesta en si la acepté y como observador la apoyé pero, debo agregar que, una vez enterado del desarrollo de esta, siento una profunda verguenza,me resisto a pensar y a creer que sean alumnos de nuestra Facultad, pienso que estos jóvenes deben sentir nuestro llamado, yo a igual que ellos estuve en barricadas en el '83 pero, jamás se nos habría ocurrido quemar siquiera alguna dependencias de nuestra universidad, el camino lo están torciendo y terminará torcido, de esta forma su causa será olvidada por la fuerza de sus torpezas y los culpables como siempre al fondo, al anonimato.

Horacio Lira dijo...

Se dice por ahì que hay un tal Matus se las da de académico e historiador, pero se le olvida que para que haya bárbaros tiene que haber civlización. Nuestra meritocrática casa de estudios está llena de profesores muy poco rigurosos y algunos -como Matus- francamente ignorantes, que fomentan la marginalización de los pobres, porque prefieren ocultar que para poder conservar su misérrima prerrogativa de élite de medio pelo hay que tener a otros haciendo la pega que ellos no saben hacer: procurarse los porotos para seguir viviendo. Aristóteles es el primero que atisba la necesidad de que los esclavos sean supervisados por capataces para que la gente "bien" pueda regentar los negocios del estado y dedicarse a filosofar. El problema es que cuando la gente que se cree bien no son más que una tropa de cretinos y picantes ensoberbecidos en un mundillo institucional que poco o nada aporta a un genuino crecimiento espiritual de la comunidad que los mantiene, la rebelión tarde o temprano estalla. Los patos malos que quemaron 1.200 libros ayer son un grupo de tristes resentidos que no constituyen peligro alguno para nadie razonablemente inteligente. Los patos malos que han destruido esta universidad, en cambio, son un grave peligro para la sociedad entera, pues sus conductas oscurantistas disfrazadas de erudición y racionalidad no son más que su solapada manera de coadyuvar a la liquidación de la educación que desde hace 17 largos años vienen perpetrando la camarilla que administra -con criterios de gerente de banco, por cierto- las políticas públicas del país, y de la que nuestros "civilizados" docentes y autoridades no son más que unos brutos paniaguados, residuo epigonal de aquella canalla dorada de la que hablaba Huidobro, y tan bien puesta al desnudo por Edwards Bello en toda su pulcra vulgaridad.
Ustedes señores, no son menos bárbaros que los oscurantistas que queman libros. Ustedes sólo administran la barbarie para seguir detentando cuotas de poder por las que ninguna persona respetable y que se respete a sí misma vendería sus convicciones. Ustedes son unos bárbaros, con apellidos rancios algunos, como el señor Vicedecano, picantes otros como el señor Decano, pero todos tienen algo en común: administran a su amaño un poder que no les viene de sus méritos, como insistentemente afirma Monsieur Subercaseaux, sino de prebendas institucionales y prerrogativas estatutarias de espúreo origen. Si tuviese un poco más de decoro, no hubiese debido seguir en el desempeño de su alto cargo alguien que se haya CONDENADO por abusos deshonestos. Por cosas mucho menos menos turbias, el infrascrito debió pasar dos años y medio en la cárcel, y a veinte años de dictada la condena, todavía nadie le da trabajo por "terrorista". Méritos tenía su antepasado o pariente don Benjamín, pero también tenía más modestia; su libro es un clásico. En cambio,la paráfrasis abusiva que usó el señor Vicedecano para titular a su opúsculo basura, no sirvió para salvarlo de las polillas. Debo ser uno de los poquísimos que lo leyó.

Los académicos verdaderamente meritorios en esta facultad no pasan de ser un puñado: don Héctor Carvallo, don Zvonimir Martinic, don Luis Vitale, don Sergio Villalobos, doña Alejandra Araya, don José Luis Martínez y tal vez algunos más cuyo nombre se me escape ahora, y de lo cual pido excusas por anticipado. El resto son una tropa de patanes, y por eso es que arman este escándalo cuando otra tropa de patanes que tampoco le han ganado a nadie, cometen un delito de lesa dignidad.
Debo ser el estudiante que mejor domina las doctrinas de Carlos Marx en esta universidad, pero sigo confinado a mi casa y sus alrededores. ¿Para qué queremos a ese conflictivo de Lira si tenemos a Enriquito Sáez que ni siquiera lee las tesis que guía y pone sietes a discreción? Este es un hecho de la causa, señores, denunciado oportunamente por el suscrito, y del que nadie jamás se ha hecho cargo. Pero se halla en perfecta consonancia con las palabras del Sr. Vicedecano, quien en una de sus tantas deposiciones ante el estudiantado por allá por el 2001 señaló: "¿Pero de qué se quejan?, ¡si les estamos dando el doctorado en bandeja!". ¿Y que pasó con los "méritos" Herr Subercaseaux Sommerhoff? (¿pariente de la cónyuge del ex ministro Javier Etcheberry, o pura casualidad?).

¿Por qué los charlatanes no trabajan en su reducto natural que es la feria libre? Para qué, dirán algunos, si acá pueden ser igualmente vulgares y ganar mucho más dinero sin siquiera tener que levantarse temprano.